La familia se constituye como un grupo social exclusivo de personas, y cuya configuración se compone por lazos de parentesco matrimonial o de unión civil, y por nacimiento o adopción. La finalidad de su existencia radica sobre una experiencia única, privada e íntima de una persona como parte de un sistema familiar, por lo que el desarrollo cognitivo, emocional, conductual-social, moral, político, económico, dogmático, etc., cobran imprescindible importancia en cuanto a los cuidados integrales, a nivel biopsicosocial, de y entre sus miembros en la transmisión y aplicación de principios, valores, creencias o costumbres, y la socialización de sus integrantes para fines de adaptación y aprendizaje sobre normas y convivencia social.
La familia es la base de toda sociedad, no obstante, en ocasiones los conflictos y problemáticas que se presentan pueden producir alteraciones y daños perjudiciales a la integridad de sus actores. Por ello es relevante la identificación y abordaje especializado de complejas y críticas situaciones relacionales y/o comunicacionales, para así lograr una convivencia armoniosa y saludable entre la totalidad o partes del conjunto familiar.
Entre los conflictos observados más habituales se encuentran la falta de comunicación efectiva, entendida ésta como “un proceso de dialogo enmarcado en relaciones exclusivas y únicas en su naturaleza, donde es exigible el entendimiento recíproco entre sus componentes”. Esta escasez o dificultad puede ser causada por diversas razones como síntoma de otras enfermedades o funciones mal ejecutadas a nivel familiar como, la distorsión en las inversiones de tiempo por carencias o anomalías de organización y jerarquía familiar, dificultad en la toma de decisiones sobre experiencias cotidianas o más complejas y elaboradas, problemas en mecanismos de negociación, falta de motivación o interés en sus miembros, o incluso por hábitos lesivos arraigados en la familia. Ello, como proceso colateral, puede ocasionar malentendidos, frustraciones y/o resentimientos entre los integrantes debido a las distorsiones que ello pudiese originar.
Por otra parte, un fenómeno familiar adverso refiere a las dinámicas de violencia en sus distintos ejes y ciclos, y que puede operar como un indicador extremadamente peligroso y pernicioso para los implicados e implicadas, pudiendo manifestarse en, dinámicas físicas, psicoemocionales, por negligencia u omisión, o sexuales, provocando graves efectos sobre la salud mental y/o física de sus víctimas e inclusive testigos.
La presencia de adicciones, como consumo problemático y abusivo de drogas, es otro problema que puede comprometer la estabilidad del sistema familiar. En muchas ocasiones se ha observado que las adicciones pueden tener graves consecuencias para la salud y el bienestar de los adictos, así como también para su entorno familiar. Esto puede generar un ambiente de tensión y desconfianza entre los miembros de la familia, causando desgaste emocional y deterioro en sus relaciones.
Otro problema que se puede presentar corresponde al irrespeto, intolerancia y fundamentalmente a la deslegitimación entre sus integrantes. Esto puede basarse en los velos microculturales percibidos clínicamente y como se transmiten, de una generación a otra, los aprendizajes y dinámicas sociofamiliares. Esto, como una sucesión en tiempo y espacio, va mereciendo ciertas actualizaciones debido a los contextos que las mismas generaciones van cursando, y cuando ello no ocurre, se pueden suscitar colisiones vitales en la cosmovisión y la forma en que éstas se afrontan.
En sesión se contemplan también otras dificultades como alteraciones en el establecimiento de límites y normas en las relaciones familiares. Esto puede llevar a situaciones de indisciplina y falta de responsabilidad en todos y especialmente en menores de edad, lo que puede ocasionar problemas futuros en otras áreas de la vida, como en el rendimiento académico, profesional o laboral, índole doméstica, sobre el desarrollo identitario individual o colectivo, o sobre el desarrollo de relaciones afectivas y sociales.
Estas crisis familiares son una realidad que puede afectar en toda gradiente, intensidad o frecuencia como sea posible y acorde a cada contexto familiar. Sus integrantes pueden experimentar una amplia variedad de experiencias intrapsíquicas, incluyendo cuadros o episodios de angustia o ansiedad, fracaso, culpa, estrés, tristeza, enojo, irritabilidad, desmotivación, y miedo.
Para intervenir especializadamente se requiere una problematización del fenómeno, es decir, una clara conciencia respecto a la existencia de un problema. A través de la Terapia Sistémica se puede facilitar una comunicación abierta y efectiva entre los miembros en cuanto a un entendimiento profundo y mutuo del problema, además de la co-participación
voluntaria e intencional de todos y todas en el mismo. De esta manera, se pueda otorgar la posibilidad de compartir experiencias, significados, ideas y sentimientos, y desarrollar un camino conjunto de resolución familiar. Desde este ángulo, la presencia de un profesional calificado en la materia puede proporcionar orientaciones, asesorías e intervenciones agudas que se ajusten a la crisis familiar determinada. En definitiva, técnicamente se podrá centrar en el manejo de problemas emocionales y psicológicos, cuyo objetivo principal es encauzar el re-establecimiento de la estabilidad emocional de los miembros de la familia y mantener relaciones saludables entre ellos, todo mediante una retro-comprensión de los involucrados incluyendo al o la psicoterapeuta.
Este proceso psicoterapéutico interventivo toma en cuenta el contexto cultural y social de la familia, y se incentiva la exploración de los problemas familiares y cómo se han ido desarrollando en el tiempo, y además por las afectaciones producidas por factores externos, como la cultura, la religión, el género y/o el estrato sociocultural o socioeconómico. Esto puede permitir la construcción de escenarios resignificados y por lo tanto beneficiosos para y hacia estos miembros. Desde esta intervención psicológica se puede estimular una nueva comprensión del problema desde uno o más integrantes, lo cual intensificará favorablemente la cooperación entre estos, y poder lograr una relación y comunicación más efectiva.
Un proceso psicoterapéutico especializado de esta complexión, finalmente procura encargarse de una intervención focalizada en lo colectivo e individual, fomentando la comunicación abierta, promoviendo la amplitud comprensiva de los recursos para afrontar el problema, y reforzando la co-responsabilidad de sus agentes. Con una acabada y buena implementación también pueden prevenirse futuras crisis y sobre un mejor manejo de habilidades y estrategias.
En conclusión, una intervención psicológica sistémica permite a las familias comprender y abordar patrones disfuncionales y promueve relaciones familiares saludables y respetuosas. El trabajo consiste en la identificación de soluciones efectivas, y también relacionado a la enseñanza de habilidades de manejo ante situaciones críticas contingentes o futuras. Es un proceso colaborativo y efectivo que puede fortalecer a las familias, y a facultarles para superar sus problemas de manera efectiva y duradera entendiendo que cada integrante tiene su propia personalidad y forma de ser, y será siempre imperante aceptar y respetar estas naturales diferencias. Es fundamental denunciar y buscar ayuda en casos de complejidad que requieran abordaje especializado.
Artículo escrito por Mavros Georgudis, Psicólogo Clínico Perito. Staff Centro Avanzar.